INCONDICIONAL
CUENTACUENTOS
Incondicional
PRÓLOGO
Fue el sonido del viento de la noche lo que me desveló. El cielo estaba totalmente despejado y la luna estaba entera y llena. Me incorporé para sujetar la hoja de la ventana de madera que el viento golpeaba con fiereza. Eran las cuatro de la madrugada y sería complicado conciliar de nuevo el sueño. Fui a la cocina en busca de algo que llevarme al estómago. “Mañana tengo que ir a comprar algo” Dije en voz alta cuando vi el contenido del frigorífico. Aprendí a que si te dices las cosas en voz alta, es más fácil recordarlas después. El frigorífico enfriaba la más absoluta indigencia.
Una cebolla, restos de comida sobrante de hace días que se van acumulando para terminar finalmente en la basura. Abrí el congelador y saqué lo único que guardaba en su interior, hielo, media bolsa de hielo de la gasolinera. Encesté dos cubitos en un vaso ancho y guardé el resto, me dirigí al mueble bar del salón y saqué la botella de bourbon a medio vaciar y me serví medio vaso. “Esto me ayudará a volver a dormir” Me senté en el salón y di un pequeño trago de aquel brebaje. No es la primera vez que me veo en ese escenario. Basta el canto de un grillo en el jardín para desvelarme, quizá sea por algo pero aún no le encuentro motivo ni razón. Vivir solo es algo a lo que te tienes que acostumbrar, sobre todo cuando es una soledad no buscada.
En mi caso, es una soledad deseada y no por ningún tipo de trauma o fobia, me gusta relacionarme con la gente pero en su justa medida, de ningúna manera me considero un ermitaño pero disfruto del tiempo conmigo mismo. Tengo todo lo que necesito.
Hubo un tiempo en que mi vida era diferente, trabajé mucho para conseguir todo lo que tengo ahora, una vieja casa, una pensión y una mala salud. Todo esto es lo que no pude ni dar ni ofrecer, todo lo demás lo compartí con aquellos que lo necesitaban a cambio de nada. Puedo sentirme orgulloso de haber podido ayudar, en lo que he podido, a las personas que depositaron su confianza en mí. Muchos de ellos salieron adelante, otros sin embargo, no supieron aprovechar la oportunidad y quedaron por el camino, cosa que me costó mucho aceptar y no sentirme culpable, me lo repetía día y noche “Has hecho todo lo que está en tu mano Oscar, no te sientas culpable”
La soledad forma parte de mi vida, amo mi vieja casa con jardín, amo mi bourbon, amo mi chimenea, el sonido de la leña cuando cruje por el fuego, mis libros, mi cabeza, amo sobre todas las cosas mi cabeza, ella es la que me permite vivir en soledad.
Capítulo I
IRRACIONAL
Oscar era un niño inquieto casi desde su nacimiento. Más que inquieto era rebelde, había que estar con cien ojos y aún así no ganaban para mercromina. Hijo único de unos padres estrictos pero permisivos en algunos aspectos. A la edad de siete años, Oscar ya se interesaba por cosas que no eran frecuentes para su edad. Apenas tenía amigos, era un niño solitario que no necesitaba compañía para estar ocupado durante todo el día. En cuanto tuvo la oportunidad abandonó los estudios, era un niño listo e inteligente pero no le gustaba estudiar, se aburría en el colegio, tal vez por que su inteligencia superaba a las lecciones que explicaba el maestro.
“¿Qué vas a hacer entonces Oscar?” Le pregunto su padre cuando le anunció la decisión de abandonar los estudios.
“Pensaba trabajar contigo en la carpintería papá, puedo aprender rápido y te seré de ayuda”
Juan, su padre, se quedó dubitativo durante unos minutos, no sabía si era buena idea pero ¿Qué otra opción había? Sabía que dejar los estudios era un error, era un muchacho muy listo y podría llegar lejos pero Juan, a pesar de su rudeza y lo estricto en su educación con respecto a Oscar, no podía obligarlo a hacer algo que no quiere. La vida le enseñó que hay que educar de manera asertiva, imponer una serie de valores y respeto pero dar también a elegir, siempre y cuando no se pierdan dichos valores.
“Tendré que hablarlo con tu madre, ya sabes que este tipo de cosas tenemos que decidirlas entre los dos, ya sabes como funciona una familia”
“Claro papá, lo entiendo” Dijo Oscar
Aquella misma noche, durante la cena, salió en la conversación el tema de Oscar. Los tres sentados en la mesa redonda del comedor, Oscar, Juan y Sara, su madre, buscaron solución a la polémica decisión de dejar los estudios. Oscar, a pesar de haber cumplido recientemente los diez y seis años, razonaba como un adulto y se podía tener una conversación seria con él, sin enfados ni reproches, siempre eran conversaciones de adultos.
“¿Lo has pensado bien Oscar?” Dijo Sara mientras se servía una copa de vino. Juan la miraba de reojo controlando la cantidad de vino que ingería. Sara se daba cuenta de su control a lo que intentaba quitarle valor y continuaba charlando gesticulando en exceso para desviar la atención de Juan de esa continua obsesión por controlar su consumo de vino.
“¿Tú que opinas Juan?” Prosiguió Sara a modo de que Juan se centrara en la conversación y no en su bebida.
“Bueno” Inició Juan. “Por eso quería que lo habláramos todos, es una decisión muy importante y creo que debemos meditar sobre esto antes de tomar una decisión. Que al final siempre será tuya Oscar, pero quiero que tengas distintas opiniones y nos gustaría escuchar tus criterios y los motivos por los que quieres dejar de estudiar, ¿no es así Sara?”
“Claro, claro, para eso es esta conversación ¿no?”
Aquella charla terminó a media noche, Oscar aprobó con matrícula de honor con los argumentos que expuso y su padre quedó convencido de que sería la mejor decisión, Sara decidió dar carta blanca a cualquier sentencia, tras una botella de vino, a Sara le importaba poco o nada el tema de la conversación. Su madre era propensa a agarrar unas buenas borracheras después de cenar, cierto es que no lo hacía fuera de casa, lo cual tranquilizaba bastante a Juan. Óscar, por el contrario, sentía una gran lástima por su madre. Verla en esas condiciones casi a diario era un verdadero suplicio. En ocasiones no esperaba a la hora de la cena y ya la encontraba ebria en el sillón o en el baño. Un día preguntó a su padre el porqué mamá lo hacía, pero no obtuvo una respuesta coherente.
“No entiendo papá, ¿Es que acaso no se vé? ¿Por qué lo hace?” Dijo Óscar a papá.
“Mamá está enferma Óscar, he intentado muchas veces que deje de beber pero no hay manera, escondo las botellas de vino pero da igual, se busca la manera de conseguir más, ya no se que hacer pero tampoco puedo dejarla ¿sabes? Es tu madre y la quiero, sería incapaz de abandonarla”
Óscar sabía que se podía hacer más, que algo, alguna fórmula habría para que mamá dejara de beber.
Al año de trabajar con su padre en la carpintería, Óscar decidió que ese no era su destino, este sería solo una lanzadera para madurar y coger impulso para proyectar un futuro sólido. En el año que estuvo trabajando con su padre, acumuló unos ahorrillos que utilizó para sacarse el carnet de conducir cuando cumplió los diez y ocho años.
A partir de esa edad, Óscar comenzó a buscar trabajo, algo que no estuviera relacionado con la carpintería, eso lo tenía en casa y no era de su agrado. Para todos los trabajos que encontraba que le atraían, le exigía unos estudios que no tenía y una preparación de la que carecía.
Pasaba mucho tiempo leyendo, sobre todo de aquella enfermedad que dijo aquel día su padre que tenía su madre. <Mamá está enferma Oscar, he intentado muchas veces que deje de beber pero no hay manera…> Se empapó de información de todo aquello que estaba relacionado con el alcoholismo, intentando buscar una respuesta que ni siquiera le daban los libros, era algo irracional que una persona siga haciendo algo que le está quitando la vida, conocedor del daño que se está haciendo y no dejar de hacerlo. Irracional, totalmente irracional.
En su lectura descubrió la doble A, algo que le llamó mucho la atención fue como se inició, como de la nada, se creó semejante asociación y lo sencillo que parecía dejar de beber entrando en aquel sitio sin dar nada a cambio.
Incondicional
II
LOS DESAMPARADOS
Una mañana de sábado, se levantó temprano y se puso a la búsqueda de una doble A en su localidad. Buscó por internet y lo encontró, descubrió que había dobles As en todo el mundo, en cada país, en cada ciudad, en cada pueblo, era impresionante lo que abarcaba esta asociación. Tomó nota de la dirección y salió en su busca.
Había pasado por esa calle casi a diario, a dos manzanas se encontraba la tienda de Miguel, donde solía comprar material para la carpintería de su padre. Nunca habría pensado que allí pudiera encontrarse una asociación de alcohólicos, en pleno centro de la localidad, siempre pensó que estaría en algún sitio alejado de la ciudad, escondido como los propios alcohólicos, escondidos y avergonzados, protegiendo sus heridas al resto de mortales.
Al contrario de lo que pensaba Óscar, se encontró con una local bajo con un gran letrero en el que lucía el típico y conocido emblema de AA y el nombre de la asociación. - AA LOS DESAMPARADOS - Eran las once de la mañana, tocó con los nudillos la puerta de metal y en su interior se oyó un
“Adelante, la puerta está abierta” Óscar dudó durante unos segundos, tomó aire varias veces antes de abrir la puerta y entró.
“Buenos días” dijo Óscar tímidamente al cruzar la puerta. “No sé si vengo al sitio indicado”
“Buenos días, mi nombre es Paco y soy el responsable de esto en estos momentos, siéntete y si quieres me cuentas y sabré si podemos ayudarte” Paco extendió la mano amablemente a un Oscar tímido que en parte, no sabía que demonios estaba haciendo allí.
“Hola Paco, yo soy Óscar” Ya estaba hecho, ya no había marcha atrás, se sentó frente a aquel hombre de aspecto amigable pero con un punto serio y formal. Observó que sobre la mesa de aquel despacho, habían colocados, estratégicamente, varios ejemplares de libros de AA, a cualquier punto de la mesa que dejaras caer la mirada, te topabas con una doble A. Quizá para recordarte dónde te encuentras y para qué estás ahí. En la pared, tras la mesa de Paco, colgaba un diploma de un Máster en Adicciones a nombre de D. Francisco Rueda Matute, pensó en preguntarle si ese tal Francisco era él mismo pero controló su impulsividad, total, ¿Qué más dá?
Oscar contó con todo detalle el problema que se vivía en casa, las botellas escondidas, las borracheras diarias de su madre, la desesperación de su padre y la suya misma. En aquella etapa, el problema de su madre ya llegaba a límites que jamás Oscar y su padre pudieron imaginar, su madre ya empuñaba una botella desde primera hora de la mañana, de ahí que a la hora de comer ya estuviera dormida y al despertar, lo primero que hacía era volver beber, ya no tenía un minuto en el día de lucidez, era una constante borrachera día tras día.
Paco, en principio, vió pocas esperanzas de que Sara, por cuenta propia, acudiese a una reunión para intentarla concienciar de su problema. Sin embargo, vió otras posibilidades que podrían funcionar.
“Oscar, hijo” Dijo Paco algo dubitativo. “Por lo que me cuentas, a tu madre quizá le vendría bien ingresar en un hospital, en el estado en el que dices que se encuentra necesita más una desintoxicación de inicio. Hay hospitales de la sanidad pública que la pueden ayudar y, una vez se haya desintoxicado debería venir por aquí a vernos” Óscar escuchaba atentamente lo que Paco le decía, era la primera vez que alguien se tomaba en serio el problema de su madre y ponía algo de esperanza. “De momento, te vas a llevar unos panfletos de estos” Recogió de la mesa unos cuantos, todos ellos diferentes “Enséñaselos a tu madre, que les eche un vistazo y si no funciona, iniciaremos <el Plan B> ¿de acuerdo?”
“¿Qué plan B?” Respondió Óscar algo intrigado
“Bueno, si esto no funciona, mandaré a un padrino o me presentaré yo mismo en tu casa y hablaremos con ella, ese es el plan B Óscar pero no te prometo nada, el primer y fundamental paso es que la persona reconozca que tiene un problema y creo que tu madre aún no lo ve, tiene que darse cuenta de que el alcohol no es la solución a sus problemas, que la está matando y espero que no sea demasiado tarde cuando se de cuenta”
“¿Qué puedo hacer para que se de cuenta? para que reaccione”
“Nada Óscar, nada, tu no puedes hacer otra cosa que reprochar su actitud pero sin presionarla demasiado, si lo haces puede ser peor y aumentar su consumo, de momento reprochar pero con cariño, suena un poco contradictorio pero sabrás hacerlo, eres su hijo. Una intervención la debe hacer un profesional y eso haremos en caso de que tu madre se muestre contraria a poner fin a su consumo”
Aquellas palabras le inundaron de confianza y seguridad, aquella persona que acababa de conocer se interesó más por el problema de su madre que su propio padre.
Óscar paró en un parque y se sentó en un banco antes de llegar a casa. Quería leer alguno de aquellos panfletos que le dio Paco antes de dárselos a su madre, conocía a mamá y no sería fácil convencerla del peligro que conlleva su afición al alcohol.
“Hubo una época en que muchos de nosotros creíamos que el alcohol era lo único que podía hacernos la vida tolerable”
“Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad”
“Veremos, depende de cuando lo lea, así la influirá” Dijo Óscar después de leer varias líneas de los panfletos. No tenía todas consigo, veía el plan B más efectivo, “Quizás si un extraño llegase a casa y la dijera lo borracha que está se daría cuenta del ridículo tan espantoso que está haciendo” Se incorporó del banco y echó a andar hacia casa pensando en qué estado estaría mamá cuando llegara y la forma en darle los panfletos sin que se sienta ofendida. A mitad de camino, se encontró con Jesús en el bulevar, Jesús es un buen amigo que conoció en la parroquia, es de esas personas que transmiten confianza y con buenos valores.
“¿Que tal Óscar? ¿Qué haces por aquí?” Preguntó Jesús al verle
“Voy camino a casa, he estado mirando un sitio a ver si soluciono un problema en casa” Óscar llevaba en silencio demasiado tiempo, Paco le hizo sentir bien en Alcohólicos Anónimos, como si hablar del alcoholismo fuera algo normal, sin avergonzarse de ello. Pensó que si hablaba con alguien de esto, se quitaría una gran carga.
“¿Tomamos un vermut? Y así charlamos un rato, hace tiempo que no te veo, pareces un ermitaño” Dijo Jesús agarrando a Óscar del hombro.
“Si, claro, me vendrá bien charlar” Óscar no dudó en contarle todo el problema a Jesús, lo considera un amigo de verdad, de los que están en las buenas y en las malas. Efectivamente, no se equivocaba, Jesús supo estar a la altura, incluso más. Jesús le habló de su primo, con problemas con la cocaína desde hace años y desde hace unos meses en un proceso de sanación. No lo vivió ni lo está viviendo en primera persona como es el caso de Óscar pero, se podía imaginar por el infierno por el que estaba pasando. “Debes tener mucha paciencia Óscar y entender que no puedes hacer nada, solo un profesional puede hacer algo por tu madre y siempre y cuando ella quiera, ese fue el paso más difícil de mi primo”
El relato de Jesús hizo que Óscar no se sintiera tan solo, tan perdido, le animó escuchar que su primo llevaba unos meses limpios y eso le dió esperanzas.
Llegó a casa a la hora de comer, su padre estaba ausente y su madre estaba borracha en el sofá frente al televisor. Era la misma escena todos los días, papá evadiendo el problema y mamá en un estado deplorable. Dejó los folletos de Alcohólicos Anónimos sobre la mesa y se preparó algo que llevarse a la boca. Al volver al salón, acomodó a su madre en el sofá, la echó y estiró sus delgadas piernas y la tapó con una manta, apagó el televisor y bajó a la mitad las persianas. Al coger aquellas piernas se dió cuenta hasta donde llegaba la gravedad de aquella situación, piernas delgadas como las de un flamenco que parecen quebrarse con cualquier esfuerzo.
Óscar se encerró en su habitación y se pasó la tarde buscando centros y hospitales relacionados con el alcoholismo. Marcó como favoritos un par de hospitales que no quedaban muy lejos de su localidad y encontró cientos de asociaciones del tipo AA pero, eso por el momento no le interesaba, ya había estado en Alcohólicos Anónimos y recurriría a ellos de nuevo llegando el caso de que su madre aceptara, Paco le dió cierta confianza y no por el Master colgado en su despacho que quizá, ese tal Francisco no fuese ni él.
Mamá no despertará hasta la hora de cenar, y posiblemente ni cene, se acostará en su cama y dormirá hasta el día siguiente, hoy será imposible tener una conversación seria con ella. “Mañana por la mañana no la dejaré tomar ni un solo trago hasta haber hablado” Se dijo Óscar a sí mismo.
“Tenemos que hablar papá” Dijo Óscar sentado en la mesa del comedor mientras su padre y él cenaban.
Su padre siguió masticando sin retirar la vista del plato. El incómodo silencio del salón inundaba cada centímetro la estancia, Óscar miraba a su padre por si en algún momento levantaba la vista y hacía alguna señal de haber escuchado. Pasaron cinco interminables minutos hasta que Juan levantó la cuchara señalando hacia Óscar y añadió “El guiso está delicioso Óscar, realmente bueno ¿lo has hecho tú?” Sacó una falsa sonrisa y continuó cenando, como si esa fuera la respuesta que esperara Óscar.
“¡¿Quién cojones crees que lo ha hecho?!” Saltó como un resorte Óscar que jamás en su vida había hablado así a su padre, pero la situación era realmente frustrante para él, verse solo ante el problema y tener un padre que parece reírse de todo, como si esto no fuera con él.
“¡Nene! ¡No voy a permitir que me hables de ese modo! ¿Entiendes?”
“¡¿Sabes dónde está mamá?!” Gritó enojado Óscar a su padre, reprochando el poco interés por su esposa “¡Tan siquiera has preguntado por ella cuando has llegado! ¡Todo esto te importa una mierda, tu mujer, yo, todo, todo te importa una mierda! ¡De eso tenemos que hablar, no de si el guiso está bueno o no, tenemos que hablar de mamá, de tu mujer, de hacer algo con ella!” Juan no abrió la boca, dejó la cuchara sobre la mesa y se cubrió la cara con las manos y guardó silencio, era una manera de reconocer su cobardía. “¿Y quién cuida de mi Óscar? ¿Quién cuida de mí?, todos los días salgo de casa con la intención de no volver, no me concentro en el trabajo, si trabajo más horas es por retrasar la vuelta a casa, odio esta situación, es un suplicio compartir cama con la persona de la que me enamoré y verla así, se me cae el alma al suelo, a veces deseo que muera de una vez y nos deje vivir, no creas que no lo he pensado más de una vez”
“La estás dejando morir papá” Respondió Óscar entre lágrimas. “Si no me ayudas en esto morirá. He estado mirando en Alcohólicos Anónimos y según me dijo Paco que según le he relatado, mamá necesitaría un ingreso hospitalario hasta estar mejor y se desintoxique y después seguir el programa de AA, he encontrado varios hospitales dedicados a esta especialidad no muy lejos de aquí, me he informado y me han dicho que un ingreso para desintoxicarla serían alrededor de diez días, pero eso no sería suficiente, y sobre todo me han insistido que mamá debe ser consciente de su ingreso y estar de acuerdo, tiene que ser un ingreso voluntario, tenemos que hablar con ella y convencerla, ¿Lo entiendes papá? ¿Me ayudarás en esto? O saldrás corriendo a tu puto trabajo como siempre”
Incondicional
III
ESOS DÍAS
Hoy es de esos días
Esos días que ni el Bourbon ayuda a dormir y el Tramadol ya no hace el efecto deseado ya que, los años no perdonan, “años regalados”, pensé. Volví al mueble bar y rellené el vaso. Las noches de insomnio se hacen largas y aburridas, el viento sigue silbando ahí fuera, me acerqué a la chimenea y eché un leño más a su boca y me senté frente a ella en mi sillón preferido. “Aún me acuerdo de mamá, de su batalla por salir del alcohol. Recuerdo la muerte “accidental” de papá, eso es lo que decretó el forense, “Muerte Accidental” cuando mi padre era el hombre más precavido a la hora de salir de caza, en fin…” Cuando consulté de nuevo el reloj eran las siete de la madrugada. “¿Tres horas? ¿Han pasado ya tres horas? Dios santo, se me ha ido el santo al cielo con todos estos recuerdos” Apuró el Bourbon que le quedaba en el vaso y se dispuso a dar una ducha caliente. “Pronto amanecerá y tengo que salir a comprar”
Salió de la ducha con una toalla a la cintura cubriendo sus partes púdicas, no porque le viera alguien, simplemente, de otra manera se vería incómodo. Se dirigió al ventanal del salón a observar el amanecer, hacía frío ahí fuera pero el cielo estaba despejado, cada mañana era un amanecer diferente, el mismo sol, el mismo horizonte, distinto amanecer. El sol se dejaba ver poco a poco en la profundidad del mar. Oscar abrió la ventana a pesar del frío. El amanecer es totalmente diferente con el rugir de las olas que, esa mañana ventosa, sonaban enrabietadas al tiempo que hermosas. No pudo por más que esperar a que los primeros rayos de sol inundaran de calor su cara transmitiendo en él la más pura calma y serenidad. El ritual era el mismo cada mañana, y cada mañana era diferente, era un nuevo amanecer cada día.
✵
Sonó el despertador a las a las 6:30 de la mañana como era costumbre. Oscar es una persona que no le cuesta salir de la cama, es más de acostarse pronto y aprovechar las mañanas. Se calzó las alpargatas y se dirigió a la cocina a hacer café, acto seguido fue a la habitación de sus padres y se aseguró de que quedaran despiertos, hoy era el día y debían estar todos preparados. Sara tenía una cita con Paco, el graduado de la doble A y tenía que estar lo más serena posible. Paco llegaría a casa a eso de las 11 de la mañana. “Mamá, papá, venga, arriba, hay que levantarse ya” Dijo Óscar entrando en el dormitorio mientras se dirigía a darse una ducha.
Óscar se puso ropa limpia y regresó a la cocina a desayunar. Allí estaban ya sus padres café en mano. Sara tenía un aspecto espantoso, despeinada y muy descuidada, sus pómulos marcaban su cara dando un aspecto cadavérico, su café temblaba entre sus manos, me fijé en sus uñas negras y rotas, de varias semanas sin atender. Parece que hoy Óscar se fija más en todos estos detalles, o quizá es que hace meses que solo ve a su madre en la penumbra del salón y ahora, a plena luz sale al completo el deterioro físico.
“Ahora ayudaré a mamá a asearse” Dijo Juan cabizbajo. Desde aquella discusión que tuvieron en la cena, Juan se sentía avergonzado por aquellas verdades que le dijo su hijo a la cara.
“Si, le vendrá bien un buen aseo” Dijo Óscar lamentando la situación.
“¡Puedo hacerlo sola! ¡No soy una minusválida!” Dijo Sara elevando la voz todo lo que pudo que no llegó a ser más que un susurro.
Juan y Óscar se miraron el uno al otro poniendo en duda las palabras de Sara que por momentos parecía que derramaría el café debido al temblor de sus manos.
“Está bien mamá, no eres una minusválida, papá solo pretende ayudar ¿vale?, solo ayudar” Dijo Óscar amansando a la fiera que salió de su madre.
“Puedo hacerlo sola, puedo hacerlo sola” Repitió Sara en un silbido. “Solo necesito un trago y estaré mejor, solo uno, lo prometo”
Óscar miró a su padre y asintió con la cabeza a modo de afirmación. Óscar ya informó a su padre de que se había informado lo suficiente sobre el alcoholismo como para saber que el enfermo puede tener consecuencias fatales en caso de no ingerir alcohol durante el síndrome de abstinencia.
“Está bien, tendrás ese trago cuando te asees, y por supuesto, nosotros controlaremos ese trago, será lo suficiente para calmar tu temblor, no más” Dijo con mucho aplomo Juan que, desde la discusión con Óscar, se mostró más interesado por el problema y no quiso dejar solo a su hijo en esto. Si caían caían todos.
Sara terminó de desayunar no sin dificultades para mantener el pulso pero logró ingerir un par de galletas con el café.
“Voy a comprar algunas cosas al super, cuando vuelva os quiero ver a los dos de punta en blanco, quiero que Paco se lleve una buena impresión de nosotros” Dijo Óscar antes de salir a comprar.
Óscar confiaba en que todo saldría bien, “Parece que mamá se ha dado cuenta de que no puede seguir así” Camino al supermercado, los pensamientos discutían en su cabeza, pros y contras de lo que podría suceder aquella mañana cuando Paco hiciera su aparición en casa, un perfecto extraño diciendo a mamá lo que debe hacer para salir del pozo donde se encuentra sumergida desde hace años. “Peor no puede ser lo que venga” Pensó por última vez.
Salió de la tienda de vuelta a casa con refrescos, aceitunas aliñadas, una cuña de queso viejo y algún que otro capricho de picar. Eran las 9:30 de la mañana cuando llegó a casa, había pasado una hora desde que salió a comprar y dejó a papá al cargo de que mamá se arreglara y estuviesen listos para la visita. Era pronto pero Óscar estaba demasiado excitado y quería que todo estuviese preparado y en orden para recibir la visita. Hoy, quizá hoy, será el día más importante de su vida y para el de Sara, hoy marcará un antes y un después en toda la familia y no quería imprevistos. Cuando entró no encontró a nadie. “¡PAPÁ, MAMÁ!” no se oyó un alma “¡Papá, ya estoy de vuelta” Nada, ni un susurro. Óscar revisó las habitaciones sin éxito. Empezó a caminar despacio, afinando el oído dirigiéndose al baño. Un mal presentimiento le hizo acelerar el corazón, se acercó a la puerta del baño y se dispuso a poner la oreja en la puerta cuando oyó la puerta de la calle.
“¡Ya estoy en casa!”
“Pero ¿Qué diablos está pasando aquí?” Pensó Óscar girándose hacia la entrada de casa. “¿De dónde vienes papá? ¿Y mamá? ¿Qué está pasando aquí?” Óscar estaba que no entraba en su asombro, el día más importante de su vida y todo parecía un sinsentido, su cabeza no le daba a procesar lo que estaba pasando. “Nada Óscar, tranquilo, no pasa nada, estás demasiado nervioso, eso es todo. Me llamó Luís para avisarme que ya habían llegado unos pernos que le encargué y me he acercado a por ellos” Juan parecía más contento de lo habitual, más contento que cuando le dejó con mamá esta mañana. “¿Has bebido papá?, son las nueve de la mañana, di ¿Has bebido con Luís?, ¿Has dejado a mamá sola? ¿Has dejado sola, hoy, precisamente hoy, a mamá y hoy, precisamente hoy, vienes bebido? Óscar se echó las manos a la cabeza agarrándose del pelo y girando sobre sí mismo a modo de desesperación.
“Óscar, no estoy borracho ¿vale? Si, reconozco que he tomado un par de vinos con Luís pero no estoy borracho, estás demasiado nervioso con la visita y lo entiendo, pero lo estás llevando todo a un extremo demasiado caótico” Juan pareció ver la auténtica preocupación de Óscar e intentó ser más serio en su actitud.
“Está bien, está bien, vamos a calmarnos, ¿Dónde está mamá?” Dijo Óscar temiendo lo peor cuando vio a su padre dudar, mirando de un lado a otro sin saber que decir. Tardó casi un minuto en reaccionar y dirigir sus pasos hacia el baño mientras murmuraba. “La dejé en el baño aseándose, si, eso es, en el baño aseándose”
Incondicional
IV
UN CASO PERDIDO
De cuando en cuando, siguen apareciendo los fantasmas. Dicen que el tiempo lo cura todo pero las cicatrices perduran pese al paso de los años. Después de pasar por numerosos amigos de la doble A, he visto infinidades de recaídas y he pasado por muchas pérdidas. De todas, o casi todas, mantengo un recuerdo triste que por más que intente olvidar, quedarán guardados en mi memoria. Siempre intenté hacer lo mejor para ellos, siempre estuve a su lado.
No soy alcohólico, ni adicto, ni nada que se le asemeje, pero puedo sentir el dolor que ellos sienten. En esos recuerdos también sale la imagen de mi madre, por ella empecé a preocuparme de aquellos que necesitaban ayuda, como mi madre la necesitó en su día. Por ella empezó todo, de otra manera, jamás habría entendido lo que significa ser o tener un familiar alcohólico. Con mi padre entendí lo difícil que es para muchas personas enfrentarse a este problema.
Sonó el despertador a las 5:30h. como de costumbre. Llevaba tiempo ya despierto, luchando contra aquellos fantasmas que aparecían de cuando en cuando y ahora, jubilado, acuden con más frecuencia. Me calcé las zapatillas, me dirigí a la cocina y puse la cafetera en marcha. Abrí la misma ventana de cada mañana para ver amanecer, misma ventana, mismo paisaje, distinto amanecer. Debemos amar y agradecer el amanecer, ya que es el principio del día, el que da el pistoletazo de salida, el que anuncia y pone orden en tu vida. En el momento en el que cobra vida el sol, se alejan los fantasmas de la noche para dar paso a un incierto y excitante nuevo día.
Oscar se vió abordado por la frustración, la rabia, no sabía si estaba rodeado de estúpidos o simplemente era un perfecto ejemplo de la incoherencia humana empezando por él mismo. “No debí dejarlos solos, ha sido una estupidez pensar que todo saldría bien”. Oscar llamó al servicio de urgencias después de encontrar a su madre sumergida en la bañera en estado de embriaguez y sin apenas pulso. Sus ojos en blanco revelaban la gravedad de su estado. Juan lloraba en el salón en estado de shock mientras Óscar intentaba reanimar a su madre esperando los primeros auxilios. La ambulancia llegó a los pocos minutos y después de la primera intervención del médico y los técnicos sanitarios se la llevaron al hospital haciendo sonar aquella extravagante sirena. No tardaron más de veinte minutos en llegar y salir de la casa cargando con Sara. “Vamos papá” Dijo Óscar a su padre que seguía llorando desconsoladamente en el salón. “¡Deja de lloriquear de una vez y vámonos!” Juan seguía en shock, no reaccionaba a las indicaciones del enfurecido Óscar. “Ha sido culpa mía, ha sido culpa mía” Repetía una y otra vez mientras lloraba y balanceaba su cuerpo de alante atrás sentado en el sillón. Óscar cogió las llaves del coche y partió al hospital sin él. Pasadas las dos horas de espera, Óscar recibió las primeras noticias del médico de urgencias. La Doctora Otero le hizo llamar por megafonía enviándole a su consulta
- <<FAMILIARES DE SARA PRIETO ACUDAN A INFORMACIÓN - FAMILIARES DE SARA PRIETO ACUDAN A INFORMACIÓN>>-
“Bien Óscar, su madre mantiene las constantes estables pero ha entrado en coma provocado por la ingesta de alcohol y Benzodiacepinas, solo nos queda esperar como sigue evolucionando y rezar para que despierte cuanto antes. Sé que no es fácil pero debo hacerle unas preguntas de rigor, ¿lo entiende?”
“Si claro, lo entiendo. Dispare”
La Doctora Otero no se andó por las ramas y fué directa al grano, quería saber como estaba en la actualidad la relación familiar, si había maltratos por parte de su padre, el hecho de que no estuviera en el hospital ya era al menos sospechoso. Óscar contó a la Doctora Otero todo lo relacionado con su madre, su padre que tampoco era una ayuda, que llevaban años en esa situación y que hoy, precisamente hoy, esperaban la visita de un padrino de Alcohólicos Anónimos para intentar hacer a su madre un cambio en su vida. Hacer una “intervención” como lo llaman ellos. Óscar preguntó a la Doctora por las Benzodiacepinas, él no sabía que su madre se estuviese medicando.
“Las analíticas no engañan, dan una buena cantidad de alcohol y pastillas, de ahí posiblemente el coma. Es muy común en los alcohólicos mezclar el alcohol con pastillas, es un efecto diferente, les hace olvidarse de todo y el efecto es casi inmediato. El riesgo es cuando se pasan de cantidad o, no lo descarto, que su madre quisiera quitarse la vida pero claro, estando en coma todo son conjeturas”
“¿Y ahora que Doctora?” Dijo Óscar algo desubicado.
“Estará ingresada y la mantendremos en observación, vete a casa Óscar, aquí nada puedes hacer ahora, cualquier cosa te llamaremos”
Cuando salió del hospital llamó a Paco y le informó de lo sucedido. Paco se comprometió a visitar a Sara al hospital en cuento saliera del coma, allí, después de lo sucedido, sería más fácil sentar la cabeza.
Óscar se encontró la casa tal cual la dejó, la puerta de entrada abierta de par en par, el baño hecho unos cristos, los muebles del salón echados a un lado para dejar paso a la camilla… Por un momento se vino abajo, cuando su cuerpo se relajó su cabeza explotó y pensó que ese era el límite, que ya no podía más. Lloró por más de una hora, solo, en aquel salón descolocado. Tan descolocado como él.
Óscar pasó algo más de un mes acompañando a su madre en el coma. Pasaba el día hablándole, cada día leía en voz alta el libro Azul de AA. No sabía si su madre era capaz de escuchar pero lo hacía igualmente, tal vez, si escuchara, la ayudaría.
Juan pasaba de tarde en tarde a interesarse por su esposa, los ratos libres que se permitía en el trabajo que no eran muchos. Óscar lo sabía, en parte Juan deseaba que todo terminara aquí, que en una de sus esporádicas visitas, su hijo le diera la mala noticia.
“En parte puedo entenderlo, ahora claro. Sería la forma más rápida y efectiva de acabar con el problema. En una ocasión llegó al hospital en estado de embriaguez. Nunca jamás vi a mi padre bajo los efectos del alcohol. Le pedí que se marchase a casa y se acostara. En todo el tiempo que estuve recluido junto a mi madre no supe que vida llevaba mi padre. No sé que comía, a que hora llegaba a casa, si dormía bien o mal, no había información entre nosotros. Yo dedicaba mi tiempo solo y en exclusiva a mi madre”
La mala noticia no llegó a oídos de Juan, todo lo contrario. Tuvieron que pasar treinta y cuatro días para que Sara abriera los ojos. Óscar estaba allí, a su vera, cogiendo su mano mientras leía parte del Libro Azul en voz alta. Óscar calló cuando notó un pequeño apretón en su mano, al principio no le dió importancia y prosiguió con la lectura. Fué el segundo apretón el que le hizo cerrar el libro Azul y levantarse de la silla.
“Hola Óscar” Fué más un susurro que una voz pero Óscar la escuchó como una oleada de brisa fresca en un valle verde.
“Hola mamá”
Los ojos de ambos se llenaron de lágrimas. No hubo ni un solo intercambio más de palabras entre los dos. Óscar acarició su cara con la mano que le quedaba libre y sonrió. Sara le devolvió la sonrisa y rompió a llorar.
Apreté el pulsador de la perilla que hay junto a la cama para avisar a los servicios médicos y enseguida llegaron las enfermeras. Al escuchar la alarma de la habitación de mamá, se movilizaron al instante. Eso solo podía significar dos cosas, su muerte o su despertar.
“Me echaron de la habitación. Así que, aproveché para llamar a papá para comunicarle la buena noticia. Lo recuerdo como si fuese ayer”
Llamó tres, cuatro veces al teléfono móvil de su padre sin conseguir contestación. Pensó que estaría ocupado en el trabajo y no le dió importancia, lo intentaría más tarde.
Sara salió del coma con todas las constantes intactas, recordaba su nombre y la fecha en la que estaba. Recordaba a su hijo Óscar pero, apenas sabía el porqué estaba en esa habitación de hospital. Óscar llamó a Paco y este le dijo que pasaría al día siguiente si se lo permitían los médicos. “Estupendo Paco, preguntaré a la Doctora si podrá recibir visitas y te llamo. Mil gracias Paco por tu apoyo”
La Doctora Otero habló con Óscar, le dijo que su madre permanecerá en el hospital ingresada al menos una semana, tiene que empezar a comer y necesitará algo de rehabilitación. Cuando reponga las fuerzas y esté en condiciones se le propondrá un ingreso en un centro de rehabilitación para alcohólicos.
“Lo mejor sería ingresarla según se le dé el alta aquí, que no tenga tiempo de pasar por casa. Podría arrepentirse y echaríamos todo a perder y volvería a lo mismo, ahora lleva más de treinta días de abstinencia, creo que es el mejor momento” Dijo la Doctora Otero.
“Estoy totalmente de acuerdo Doctora. ¿Qué tengo que hacer yo?” a Óscar
le entraban las prisas y quería ver a su madre ingresada en algún centro. “Nada Óscar, ahora tienes que descansar, has pasado aquí más de un mes y ahora debes descansar. De tu madre ya nos ocupamos nosotros”
“Si, tiene razón. Me vendrá bien descansar y desconectar unos días”
Llegó Óscar a casa después de aquel día tan intenso y lo que se encontró no le gustó nada. El salón estaba tal como lo dejó hace más de un mes. En el fregadero de la cocina ya no entraba un plato más y la encimera estaba repleta de cacharros y porquería, el suelo llevaba mucho tiempo sin fregar. Abrió el frigorífico y lo encontró vacío, tan solo contenía varias latas de cerveza. Se dió un paseo por las habitaciones y la cama de sus padres estaba sin hacer, el baño desordenado. Cualquiera que hubiese visto el aspecto de la casa pensaría que habían entrado a robar. Su padre no estaba en casa y eran las nueve de la noche. Pensó en pasar por la carpintería pero decidió llamar primero.
Después de varios intentos de contactar con su padre, Óscar recibió un mensaje de WhatsApp. Era su padre, se ve que le costaba mucho descolgar y prefirió mandar un mensaje. A Óscar no le gustó nada el mensaje de su padre y le puso en alerta. Algo no iba bien.
<<hola hijo. nopuedo atenterte ahora. estoy cansado y me voy a dormir ya. mañana hablamos>>
“Así qué te vas a dormir ya…” Dijo óscar con el móvil en la mano y sin saber exactamente que contestar. El si estaba cansado y no quería más problemas por hoy. Tan siquiera le contestó, se dirigió a la cocina a buscar algo para cenar, tenía apetito al tiempo que sueño y cansancio atrasado. “Mañana será otro día”
Incondicional
V
dèjá vú
Las cosas no suelen salir como uno desearía. Las cosas vienen como vienen y hay que aceptarlas. Esta noche he soñado, no recuerdo muy bien con qué o quién pero lo sé. Tengo ese pálpito de que mi sueño no ha sido especialmente erótico. Ahora, con todo el tiempo del mundo, es cuando las cosas empiezan a salir como deseo. A pesar de mis pesadillas y de mis recuerdos, puedo decir que mi vida ahora es tranquila. He aprendido a convivir con mis miedos. Incluso, ahora, he aprendido a amar mis miedos, mis recuerdos.
Aún es de noche cuando estoy preparando café. La rutina del día debe continuar y siempre ha de empezar por el principio del día, “la madrugá” Un café fuerte y largo, mi ventana donde espero las primeras luces del sol reflejadas en el horizonte del mar, el rocío cubriendo el verde paisaje que se interpone entre la playa y mi ventana dando una sensación de libertad. “¿Qué pensará el sol cada mañana al verme en mi ventana? ¿Qué pensará el día que no me vea? ¿Se entristecerá? ¿Me echará de menos? No, no lo creo. A uno se le recuerda cuando es válido, una vez dejas de producir se te echa en olvido. Nadie se acordará de un pobre viejo que pasó sus últimos días escondido como un ermitaño” Abrí la ventana notando el frío de la mañana y esperé.
Óscar revisó el teléfono cuando se despertó para cerciorarse que no tenía ningún mensaje. Su padre seguía en paradero desconocido. Se dirigió a la cocina y preparó café. Echó un vistazo a la cocina y no vio el momento ni el sitio por donde empezar a limpiar.
Todo estaba tal cual se quedó hace más de un mes. El fregadero estaba repleto de platos sucios y con una mugre que tal vez sería más rentable tirarlos y comprar una vajilla nueva que limpiarlos. Se quedó sorprendido de la dejadez de su padre. Pensaba que era más responsable y sabría llevar una vida solo pero se dio cuenta de que, a pesar de su alcoholismo, el importante trabajo que realizaba su madre todos los días. Llegaba cada día a casa y se la encontraba limpia, la ropa lavada y planchada, la nevera siempre llena de lo más básico. Se dió cuenta de que su padre no colaboraba nada en casa.
Se tomó el café con unas galletas. Dejó la limpieza para más tarde. Ahora era vital encontrar un centro para ingresar a su madre.
Llamó a la Doctora Otero para preguntar por el estado de su madre y para informarse de si tenía alguna noticia nueva con relación a asuntos sociales para realizar el ingreso según la dieran el alta. En un par de días y si todo iba bien,harían el traslado al hospital psiquiátrico para ponerla en tratamiento. La Doctora Otero también le obligó a descansar y le dijo que solo podía venir en horario de visita. Que el tiempo que estuvo aquí con su madre fue una excepción. Que ya había hecho suficiente y era el momento de relajarse y retomar fuerzas.
Aprovechó entonces para dar una limpia a la casa. Empezó por el baño. Al entrar se dió un vuelco el estómago recordando lo que allí pasó hace poco más de un mes. La imagen de su madre en su cabeza era nítida y podía ver sus ojos abiertos mirando a la nada. Revisó el baño en busca de pastillas pero no encontró nada. De lo que sí se percató es de que las colonias estaban todas vacías. “¿Hasta ese punto de mal está mi madre?” Había oído hablar de casos en que los alcohólicos llegan a beber cualquier cosa que contenga alcohol o incluso alcohol etílico en algunos casos.
Óscar pasó toda la mañana limpiando y colocando la casa. A media mañana intentó de nuevo localizar a su padre y no tuvo éxito. Pesó en pasar por la carpintería pero, tenía cosas más importantes que hacer. En este mes, su padre ha estado ausente, despreocupado por la salud de su esposa.
“Que se joda” Pensó “No le necesitamos, no necesito más problemas de los que tengo” Esto lo dijo en voz alta, le reforzaba más oírse a sí mismo “Cuando tenga tiempo pasaré a verle” Ahora debía ir al supermercado, no tenía nada en la nevera que poder echarse a la boca.
“¿Eres tú otra vez papá?” Miré el despertador de la mesita de noche y vi que eran las dos y treinta y cinco de la madrugada. “¿Que quieres ahora? ¿Qué quieres de mí? Te recuerdo que fuiste tú quien desapareció cuando más te necesitaba, ahora no vengas a reprocharme algo que no hice. He sido víctima del alcohol sin ser alcohólico, víctima de la cobardía sin ser cobarde, víctima de una familia que se me asignó y que lo único que me proporcionó fue sufrimiento. No tuve una vida normal, no fui un niño normal, un adolescente normal. Mi vida fue condicionada por el alcohol sin ser alcohólico. No vengas ahora a recordarme lo que fui” No sé si ha sido tu recuerdo o mi vieja vejiga la que me ha despertado pero, ya que desperté aprovecharé para orinar.
De nuevo los fantasmas del pasado me acompañan al baño, al salón, me sirven una copa de whisky y me dan un trankimazin. Una controversia, ellos me despiertan para luego ayudarme a dormir.
Cuando salió del supermercado decidió pasar por la ferretería de Luís a ver si sabía algo de su padre. Luís era la única persona con la que se relacionaba o al menos, la persona con la que solía salir a tomar un vino de cuando en cuando.
“Hace días que no le veo Óscar, de hecho, llegó su pedido hace cosa de una semana y todavía no ha venido a recogerlo, eso no es muy habitual en Juan, cuando le veas se lo recuerdas por favor” “¡Por cierto!” Dijo Luís mientras Óscar se dirigía a la salida “Me alegro mucho por lo de tu madre, dale recuerdos cuando la veas, ya la dábamos por perdida”
“Gracias Luís, así lo haré” Óscar esperaba información más alentadora pero, visto lo visto, solo se le ocurrió acercarse a la carpintería, la desaparición de su padre ya era preocupante. De camino a la carpintería, fue pensando en como diablos se había enterado Luís de que Sara salió del coma. Las noticias vuelan, no hacía 24 horas de lo sucedido y ya lo sabía todo el pueblo porque claro, que lo sepa Luís, es garantía de que la noticia ha corrido como la pólvora. Si Luís tenía fama no era precisamente de guardar secretos. Eso también le preocupó de que no supiera nada de su padre. En fin, tarde o temprano se sabría igualmente.
La carpintería estaba cerrada a cal y canto. Óscar miró a través de los cristales de las ventanas pero apenas distinguió algo del interior. A esos cristales no les vendría mal un poco de agua y jabón.
Estuvo un rato aporreando la puerta sin obtener respuesta. Intentó de nuevo la llamada de teléfono pero tampoco atendió a la llamada.
En casa guardaban copias de todas las llaves, estaba seguro de que había copia de la carpintería. Si Juan no comía en casa, no dormía en casa, lo más probable es que lo hiciese en su lugar de trabajo, donde más tiempo pasaba en su vida. Así pues, volvería más tarde con un juego de llaves para intentar esclarecer todas las ideas que se montaba su cabeza sobre el paradero de su padre. “Seguro que se ha ido del pueblo, es un puto cobarde” Era una de las posibilidades que barajaba Óscar. Aquel día comió poco. Lo que más le pedía el cuerpo era descansar. Le bastó un Sándwich para saciar su apetito y se echó un rato en el sofá con la televisión de fondo. A esa hora siempre daban algún aburrido documental que invitaba al sueño.
“Aún sigo viendo esos documentales. Siguen siendo igual de aburridos pero hay algo curioso en ello. Lo podemos llamar dèjá vú. En algún momento de nuestra vida nos parece haber vivido antes algún suceso. A mi al menos me ha pasado en muchas ocasiones ya no con sucesos pero sí con información. Que alguien pretenda enseñarte algo y de repente pensar < Esto ya lo sabía> Una información que desarrolla tu cerebro en milésimas de segundo que tiene guardado en el subconsciente. Los aburridos documentales te siguen enseñando mientras duermes. Que curioso, el cerebro sigue recogiendo información aún dormido”
Aquella tarde terminó de colocar y limpiar el resto de la casa. Es algo que le supera, no puede ver la casa desordenada. En ese sentido, su madre hizo un buen trabajo inculcándole la limpieza y el orden.
Todo lo contrario que papá. Una de las razones por las que dejó el trabajo en la carpintería fue el desorden diario de su padre. Su padre lo llama un desordenado orden. Siempre encontraba lo que buscaba y nunca estaba en su sitio. A Óscar ese desorden le saca de sus casillas.
“Mañana por la mañana iré con las llaves a la carpintería a ver que me encuentro” Se dijo Óscar en voz alta al tiempo que buscaba el manojo de llaves que siempre estaba guardado en el cajón del escritorio de papá.
Daban las ocho de la tarde cuando Óscar llegaba al hospital a visitar a su madre. Pasó lo primero por la consulta de la Doctora Otero para que le informara de las novedades de su madre.
.-”Ya está todo previsto para mañana Óscar. Ya tenemos habitación en la unidad de salud mental del hospital provincial y nos esperan para mañana. Tengo previsto ir con ella ¿sabes? Conozco a tu madre y su problema desde hace años Óscar y, quiero que todo salga bien”
.-”No sabes como te lo agradezco, ¿a que hora tengo que estar aquí?”
.-”No Óscar, tú mejor ves al hospital provincial cuando te avise, esperaremos a que se instale y después podrás ir a verla. Cuantas menos emociones ahora mejor. Podría cambiar de opinión y tirar todo por la borda, espero que lo entiendas Óscar”
.-”Está bien, lo que digas será lo correcto. ¿Hoy podré verla?”
.- “Está bastante medicada, no creo que sea conveniente. Espera a mañana y la encontrarás mejor. Vete casa Óscar, ya hiciste lo que tenías que hacer, ahora nos toca a nosotros”
Óscar se fue del hospital defraudado al no poder ver a su madre. Camino a casa decidió parar en el bulevar y llamar a Jesús.
Ese amigo que tanto le ayudo en su día y ahora necesitaba hablar con alguien.
Jesús se presentó en diez minutos. Pidieron un refresco y se sentaron en la terraza a charlar.
“Ahora es un paso muy grande el que tiene que dar tu madre Óscar” Jesús sabía lo que decía. Su experiencia con su primo lo avalan.
“Si, lo sé. Suena un poco cruel decir esto pero creo que el haber estado tan cerca de la muerte va a ser lo que la salve. Si así no reacciona no lo hará con nada ni por nadie”
“Ten fé Óscar. La esperanza nunca se pierde”
Fue una agradable conversación en la que no faltaron las emociones y los sentimientos más escondidos de Óscar. Jesús se ofreció a hablar con él y con su madre en el momento que se lo pidiese. Sabía por lo que estaban pasando, tanto Óscar como su madre y sabía que hablar era la mejor manera de aliviar el dolor y sufrimiento que conllevan estas situaciones.
Cuando llegó a casa, Óscar llamó de nuevo a su padre sin éxito. Llamó después a Paco. Seguro que se alegraría por la llamada y también tendría unas palabras de aliento para Óscar.
“¡Hola Óscar! ¡Qué alegría escucharte! ya me enteré de que tu madre salió del coma. Me alegré mucho de su mejoría. ¿Tú qué tal estás?”
“Bine Paco, bien, contento también. Mamá ya tiene hospital para su internamiento y recuperación. Me ha dicho la doctora que mejor no la visite hasta que la trasladen, por si cambia de idea ¿sabes?”
“Si, es mejor así, si te ve antes puede pensar más en ti que en ella y preocuparse de dejarte solo, sentimiento de madre ya entiendes”
“Paco, ¿Me acompañaras el primer día? No he estado nunca en un sitio de esos y tengo miedo. No sé que me voy a encontrar”
“Claro Óscar, te acompañaré con mucho gusto”
Incondicional
VI
SOLEDAD
“Ahora es mi mejor momento. Ni mañana ni ayer. Si pienso en todo mi pasado, me siento viejo. Un anciano sobreviviendo a sus últimos días. Si pienso en el futuro me agobio. Creo que ya hice todo lo que tenía que hacer y ya tan solo me queda esperar a no se muy bien qué o a quién. Ahora es mi mejor momento, en el aquí y ahora y precisamente con quien estoy. En realidad siempre estuve solo. Tuve un padre y una madre ausentes, mi madre por culpa del alcohol y mi padre por su cobardía. Tuve amigos, amigos de conveniencia. Una vez consiguieron su propósito se alejaron de mí. Quizá se alejaron porque no les pedí nada a cambio de mi amistad. Tampoco les reprocho nada, si pudiera yo mismo me habría alejado de mí. Soy muy aburrido, según dicen. No salgo de fiesta, no voy los domingos a ver el fútbol, tampoco voy al hogar del pensionista a jugar al mus o al dominó. ¿Quién querría estar con una persona tan aburrida? Quizá las responsabilidades que adquirí desde muy niño me hizo valorar más la vida que el resto de la gente. Aprendí a vivir en soledad y a no necesitar de nadie para salir adelante, aprendí a quererme y a ser feliz conmigo mismo. Yo mismo me creaba mis problemas, no necesitaba que alguien me los provocara. De esa manera sabía perfectamente como lidiarlos. Para la inmensa mayoría, mi vida sería un desperdicio, una pérdida de tiempo. Quizá sea eso, no lo sé. De lo que sí que estoy seguro es que este es mi momento. Saborear una copa de whisky al atardecer frente al mar desde mi ventana.
Esperaré a que el sol me diga “Adiós Óscar” y le esperaré mañana con un café en la misma ventana.
Por fin era el día esperado. Mamá ingresaba en el hospital psiquiátrico donde se pondría en tratamiento de su alcoholismo.
Óscar se levantó temprano como acostumbra. Desayunó después de pasar por la ducha. Todo parecía igual al día anterior. Eso es lo que Óscar intentaba vender a su cabeza que no paraba de rumiar. Pasó por la habitación de matrimonio y papá seguía sin aparecer. Miró su reloj al salir de casa y pasaban las diez de la mañana cuando, después de hacer sus tareas diarias, puso rumbo a la carpintería. No esperaba encontrar gran cosa pero sí una pista de donde pudiera estar su padre.
De entre todas las llaves del manojo de papá, eligió tres de ellas. Si las cosas no habían cambiado, esas tres llaves eran las que abrían la puerta principal. Las tres entraron a la perfección en las cerraduras, abrió la puerta y salió una ráfaga de aire con un fuerte olor que en el momento no supo identificar. Era un fuerte olor que le trajo recuerdos de su infancia pero no encontró la ubicación en su recuerdos. Necesitaría más tiempo para averiguarlo pero no era el caso, ya le llegaría el recuerdo tarde o temprano. El caso es que le era muy familiar. -”¡Joder, vaya mierda!” - Daba la impresión de que su padre hacía mucho tiempo que no pasaba por allí, aquel maloliente aroma mezclado a humedad era muestra del tiempo que llevaba sin airear la carpintería. Óscar se dirigió a la puerta que había al otro extremo del local que daba a un pequeño patio y la abrió de par en par para facilitar la entrada de aire limpio. Fue a traspiés sorteando la herramienta y maderas que estaban tiradas por el suelo. Era evidente que su padre hacía tiempo que no pasaba por allí y la última vez que lo hizo no fue para limpiar precisamente. Pensó por un momento en ponerse manos a la obra y hacer una limpieza exhaustiva del local pero la rechazó. No era el momento.
Cuando encendió las luces del local le dió un vuelco el corazón. La carpintería por la que tanto había luchado su padre estaba totalmente abandonada, desordenada. Incluso faltaba maquinaria, maquinaria en la que, en su día su padre invirtió mucho dinero, era una maquinaria muy cara y ahora ha desaparecido. Óscar se bloqueó. No sabía que pensar, quedó paralizado cuando vió el origen de aquel mal olor que invadía toda la estancia. Del cuarto de baño rebosaba una gruesa capa de vómito seco, todo el suelo, las paredes, la taza, el lavabo… Todo era realmente asqueroso.
-”¿Qué demonios ha pasado aquí?”- Ahora si le vino el recuerdo de aquel nauseabundo olor en tantos días encontrar a su madre tirada en el baño envuelta en su vómito tras una larga ingesta de alcohol. En ese momento a Óscar se le revolvió el estómago y empezó a sentir arcadas y lagrimeo en los ojos. Cerró de inmediato la puerta del baño y reculó hasta la puerta trasera del pequeño patio a tomar aire fresco. ¿Cuál sería el siguiente paso? Como siempre, Óscar se volvía a encontrar solo ante los problemas generados por sus padres.
Incondicional
VI
EL DESENLACE
“Esa soledad que tanto odiaba y que finalmente fué mi fiel compañera. Ahora no podría vivir sin ella, a día de hoy no hay nada que me haga más feliz que estar en soledad. Sin tener que dar explicaciones a nadie y sin llenar mi cabeza de penurias. Ya tragué muchas. Es complicado intentar ayudar a gente que en su mayoría no se quiere dejar ayudar. El mundo está lleno de prepotencia, quizá yo también pequé de esa silenciosa prepotencia y no me di cuenta de que no estaba en posición de ayudar a nadie. Que era yo quien necesitaba ayuda para salir de mi fracaso. Tanto me volqué en mi madre para finalmente no conseguir mi objetivo, que lo pagué con los demás. Recuerdo que me sentía un superhéroe, que salvaría a todo alcohólico que se me cruzara en mi camino. Incluso a los que no querían mi ayuda, con ellos también lo intenté. Que iluso”
Llamó de inmediato al 112, no le gustó nada la situación y tenía que denunciar su desaparición. La última vez que contactó con él fue justo el día que despertó mamá, después no hubo señal de vida.
Eran las doce de la mañana cuando Óscar se personó en la comisaría de policía. En la conversación telefónica con el 112 le dijeron que debía presentar una denuncia de desaparición presencialmente, por teléfono no podían gestionar dicha desaparición.
Después de informar a los agentes de todo lo acontecido en las últimas semanas, firmó la denuncia y se pondrían a trabajar en el caso aunque, también le dijeron que podría ser complicado encontrarlo, la situación que describió Óscar hacía presagiar que fuese más bien un abandono de hogar al no querer enfrentarse a todos los problemas que rodeaban a la familia. Al ser mayor de edad, no podían actuar como una desaparición, más bien deberían tratarlo como una localización. Localizar a alguien que la familia desea contactar. Óscar intentó explicar a los agentes que todo esto le parecía muy raro, que su padre no era de los que desaparecía de buenas a primeras, que tenía miedo de que le hubiera sucedido algo. A pesar de todo, los agentes insistieron en el procedimiento a seguir y tendrían en cuenta lo expuesto por Óscar.
Un auténtico cobarde. Eché de menos durante mucho tiempo una despedida, un adiós, un “no aguanto más y me voy” pero no.
Desapareció y solo supimos de él meses después, días antes de que mamá volviera al hábito de beber, cuando el tiempo ya no importa y la vida empieza a cobrar algo de sentido para mi. Pero eso ya es otra historia que aún está por terminar. La que terminó, desgraciadamente, fue la de papá y mamá que, por pura casualidad, un caminante encontró el cuerpo sin vida de padre junto al río con un disparo de escopeta en la cabeza, eso dictaminó el forense ya que, debido al tiempo que llevaba muerto en el bosque, apenas quedaban restos por identificar. Sobrevivió su pantalón de peto marrón que utilizaba para trabajar, su gruesa camisa azul a cuadros, su teléfono móvil y los restos de su cartera de cuero que le regaló mamá unas navidades, el resto fue devorado por los animales del bosque. Oficialmente, fue un accidente de caza, extraoficialmente fue su suicicio en toda regla. La fecha, según el forense, coincidía casualmente con la salida del hospital de mamá. No llegó a verla ni un solo día sobria. Pensó, y pensó bien, que solo era uno de tantos intentos que hizo a lo largo de su vida de abandonar el alcohol. A los pocos días de notificarnos la aparición del cuerpo sin vida de papá, mamá volvió a beber. No como lo hacía antes, reinició su consumo con mucha más fuerza, de manera suicida, de manera destructiva. De una manera que solo los alcohólicos conocen.
Una mezcla de alcohol con Benzodiacepinas acabó con su vida seis semanas después de enterrar a papá.
La vida te da oportunidades, pero al igual que la familia y los amigos, la vida también se cansa y deja el destino en tus manos. Ya no hay más oportunidades, ya no lloraré más por ti.
A partir de entonces, dediqué mi tiempo en cuerpo y alma a ayudar a las personas con problemas de adicción. Sabía que cada vida que sacara adelante, era una deuda que pagaba a mis padres. Así pasé mi juventud y llegué a mi vejez, pensando que todo lo sucedido fue culpa mía, así llegue a la vejez.
Sin vida propia, solo mi adicción por los demás, mi adicción a darme a los demás.
Ahora, en mi ventana, disfrutando de la puesta de sol, me siento entero, realizado. Ningún fantasma podrá echarme nada en cara nunca, nada debo, nada temo. Solo yo y mis circunstancias.
Me quedo aquí, esperando a que la muerte venga a buscarme y me lleve cerca de aquellos que despedí a lo largo y ancho de mi vida. Por mal que pueda sonar, no encontraré a papá, él siempre encuentra el mejor escondite para no afrontar sus problemas. Y mamá, ¿la encontraré? Quizá no, quizá esté escondida con papá, los dos juntos con una botella de ron barato consolándose el uno al otro compitiendo a ver quien es el más desdichado para así tener la excusa perfecta para la eterna borrachera.
amc
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